\tMÚSICA\n\t\n\tA riesgo de parecer antipático y áspero, un poco autómata incluso, evitó los comentarios ácidos y los sustituyó por ósculos. Nunca nada opinó de aquel atentado acústico. Nunca nada dijo de aquel triste espectáculo en el que su amor mataba sábado tras sábado a su amor de juventud: la música.\t\n\n<html><img src="musica.jpg" /><html>\n\n<<back>>\n
\tERRÁTICA\n\n\tUna huída, en silencio, caótica y errática. \n\n\tSu ética y su ímpetu daban forma a su particular éxodo. \n\n<html><img src="erratica.jpg" /><html>\n\n\tA bordo de algo parecido a una mísera góndola, de un barco en absoluto idóneo, emprendió viaje al nuevo mundo, preguntándose cómo sería amar a alguien del color del ébano, qué acogida le harían aquellos indígenas que algunos llamaban jíbaros y cuándo cesarían las náuseas y el bamboleo.\n\n\tTiempo después, sin saber si era sábado o miércoles, logro posar sus pies en la tierra y sentirse un poco héroe. Aunque la incógnita, la misma, seguía latiendo entre sus sienes: ¿lograría olvidar a su búlgaro?, ¿quería acaso hacerlo?\n\n\tAmérica, una nueva vida, eso le dijeron.\n\n<<back>>
\tLAS BRÚJULAS\n\n\tLogró su propósito, ¿por qué no iba a lograrlo? \n\n\tSer brújula aunque siempre hubiese perdido el norte.\n\n\tSer académico de la vida y hasta un poco consejero y oráculo.\n\n\tSer el párroco que para todos era fantástico.\n\n Ser el águila simpático y cálido que sabía poner término a tiempo a sus consejos y proclamas.\n\n\tSer cómodo, ser cántaro, ser bárbaro.\n\n\tSerlo todo y, a la vez, sentirse nada.\n\n<html><img src="brujulas.jpg" /><html>\n\n<<back>>
\t\n\tEl [[párroco]], un [[modélico]] [[católico]] vestido con [[túnica]], sentía el [[ridículo]] deseo de vivir un [[sábado]] lleno de [[música]] y dar un [[espectáculo]] vestido de [[libélula]]. [[Ávido]] de montar un [[número]] y de pasar [[página]], harto de sentir las [[lágrimas]] y la cólera, se limitaba a alcanzar el [[éxtasis]] siendo un sádico con su [[hígado]], repitiéndose que era un [[héroe]] bajo la [[bóveda]] de estrellas y que lo pasaba [[bárbaro]], cuando en realidad todo en su vida era una [[pérdida]] y sólo quería coger un [[fósforo]] y prender fuego a la [[pólvora]].\n\n\tDespués, al día siguiente, tras la [[errática]] noche, cuando llegaba el fatídico [[domingo]], volvía a ocultar el recóndito [[anhelo]] bajo la [[cáscara]], subía al [[púlpito]] y era la guía y la [[brújula]] de sus vecinos. \n\n\n
\tUNA NUEVA CÁSCARA\n\n\tUn hombre que quería ser minúsculo, desaparecer, ser átomo o molécula, ser otro o ser nada. Y una súplica: reencontrarse, dejar de dar espectáculo, cruzar la línea, dejar el pretérito en el pasado.\n\n\tAmérica resultó ser el lugar idóneo para hacer el cambio que buscaba, para alcanzar el éxito. Allí fue donde se hizo un magnífico cambio estético que le dotó de un nuevo rostro, de otra cáscara al fin y al cabo, de una nueva génesis desde la que empezar a llevar la vida que anhelaba.\n\n<html><img src="cascara.jpg" /><html>\n\n<<back>>
\tLOS SÁBADOS\n\n\tTenía su católico y apostólico amante el hábito de dedicar los sábados a la música. Incluso, si adivinaba algún obstáculo, llegaba a ponerse áspero y gélido como nunca.\n\n\tLa primera vez que oyó aquel estrépito que su amor llamaba cántico se quedó ojiplático.\n\n<html><img src="sabado.jpg" /><html>\n\n\tAl sábado siguiente su falso búlgaro, absolutamente histérico, se quedaba afónico defendiéndose de las críticas: “¡Aparte de ser clérigo, siempre quise ser cantante de ópera!”, gritaba, “¡Es mi hábito y no dejaré que nadie, tampoco tú, interfiera en mi ánimo!”.\n\n\tY así sábado tras sábado aquel interludio melódico, que era para los oídos un verdadero látigo, le hizo tener el pálpito de que aquello les separaría, transformando en un trémulo enamorado dominado por el pánico al párroco preocupado por sus tímpanos. \n\n<<back>> \n
\tUN HÉROE\n\n\tTiempo después, una década de meses más o menos, recibió una insólita llamada. El hipócrita cetáceo, la víbora, el pájaro académico, es decir, el viejo abad del seminario había estirado la pata; y el nuevo, con un tono cálido, en absoluto hipócrita, le ofreció ser el hijo pródigo y hacerse cargo de los jóvenes del monasterio, entre los que (eso afirmaba) era considerado un músico pasable, un amante sincero, un romántico necesitado de ayuda y aún, porque aún lo era, un clérigo más o menos potable. Y como fondo a sus palabras, gritando al unísono, dándole ánimos, un coro de voces como si él fuese un héroe y la vida una película fantástica. \n\n\t¿Estaba sin saberlo en la cúspide, era cierto que era célebre?\n\n\tAsí volvió sobre sus pasos. \n\n<html><img src="heroe.jpg" /><html>\n\n\tPidió eso sí como celda el cubículo de su búlgaro, a modo de homenaje póstumo, póstumo pero homenaje.\n\n<<back>>\n
\tEL PÚLPITO\n\n\tIrreconocible, con el ánimo renovado, volvió a su iglesia, su particular ágora. Estaba dispuesto a todo: a quedarse afónico para ganar discípulos, a leer la biblia de cabo a rabo, a estar horas escribiendo magníficos discursos o a intentarlo, a pasar sus días entre epístolas y encíclicas, a escribir si era preciso al Papa. Ganar todo eso para sí era básico. No, ya no necesitaba un éxito, no iba a ponerse místico, ni mítico, ni mitológico; no quería engañarse; pretendía ser un católico, llevar una vida más o menos modélica, tranquila y sin sobresaltos, asumiendo que algunos días se pondría melancólico o quizás un poco sádico, que alguna vez el recuerdo como un látigo le sumiría en las lágrimas, que algunos miércoles, que algunos sábados,…\n\n<html><img src="pulpito.jpg" /><html>\n\n\tNo, no pretendía darse ya ínfulas de nada ni ante nadie, sólo aspiraba a ganar el anonimato, a alejarse de la vida sórdida que le había casi destrozado, que le había dejado solo al otro lado del Atlántico, lejos del cubículo en el que se hubiese quedado a vivir pero que ya casi había olvidado.\n\n<<back>>
\tEL ESPECTÁCULO\n\n\tUn día su búlgaro (de México) llegó hasta él gritando: “¡El quincuagésimo, seré el quincuagésimo!”. Parece ser que el mismo pontífice, o si acaso alguien vestido de púrpura, le había llamado por teléfono diciendo que debía cantar para ellos, que estaban preparando allí algo lírico, lúdico y mítico, que el número era del Vaticano, que…. Como era lógico, su amor estaba pletórico, en el séptimo cielo; pero el problema fue que él no pudo disimular el asco y el vómito, no pudo hacer el esfuerzo titánico y dijo en un susurro.\n\n\t–No puedo ser un óbice en tu camino, no puedo ser una mala pécora y mentirte, no puedo comportarme como un párvulo y después retozar contigo entre las sábanas, como si mi celda fuese un prostíbulo. Te quiero. Pero también amo con pasión a esa música que tanto maltratas.\n\n\tY cuando su querido párroco le preguntó magníficamente colérico:\n\n\t–Entonces, según tú, ¿por qué estrambótico motivo me han invitado?\n\n\tÉl tuvo que confesar:\n\n\t–Por tus músculos y tus glúteos, para cubrirte de lágrimas de felicidad y de jugosos ósculos, sólo por eso, porque eres cándido y estás bueno.\n\t\n\tAquello fue el fin de casi todo y al unísono, como se verá más tarde, de prácticamente nada, como viene ocurriendo siempre.\n\n<<back>>\n
\tLÁGRIMAS\n\n<html><img src="lagrimas.jpg" /><html>\n\n\tLo encontró en Mónaco. Pálido y famélico, con el cráneo abierto y cubierto de pústulas. \n\n\t–¿Cómo ha sido? ¿Qué ha pasado?\n\n\tSu ídolo, el que en otro tiempo había sido atlético, le contó que habían sido unos xenófobos, que el médico le había confirmado graves daños en el páncreas, que quizás tenía tétanos, que el puñal no había tocado su corazón por centímetros y que el pronóstico… que el pronóstico…\n\n\tÉl prometió cuidarlo.\n\n\tEra una triste estampa: un hombre arrodillado, otro en posición decúbito lateral izquierdo, y cólera e impotencia y mocos y lágrimas.\n\n<<back>>
\tRECÓNDITO ANHELO\n\n<html><img src="anhelo.jpg" /><html>\n\n\tPoniéndose analítico, intentando no ser un estúpido, quiso ver las cosas desde otro ángulo. ¿Qué era para él lo único, lo importante? La música que siempre había sido un bálsamo, los pentágonos y los cánticos; además el ímpetu de antaño le había abandonado y que ya no pretendía ser un fenómeno o tener un éxito discográfico. La música y… el incólume recuerdo del ópalo de su amado, el verdadero y único núcleo de todo, aquel delicado y delicioso ser cándido: su búlgaro mexicano.\n\n\tLogró en aquel momento ser hasta un poco británico, algo extraño, y concluyó que, para pasarlo más o menos bárbaro en la vida que le quedaba, sólo necesitaba ser un anónimo barítono que rememoraba tanto miércoles como sábados su increíble pasado.\n\n<<back>>
\tEL HÍGADO DEL SÁDICO\n\t\n\tComo hispánico e ibérico, el párroco cumplió con la media estadística y eligió la solución típica, es decir, optó por un desahogo etílico, por un comportamiento errático y, a riesgo de parecer ridículo, hablaba de su amado y escuálido cónyuge a todo aquel que se mostraba mínimamente cómplice pagándole unas copas. \n\n<html><img src="higado.jpg" /><html>\n\n\tIntentó poner en marcha la máquina de la catástrofe para encontrar rápido el camino hacia la otra vida. Sin embargo su salud no era endeble. El estómago, el esófago y en general todas sus células, salvo las del hígado, no admitieron sus órdenes y permanecieron, contra toda lógica, dolorosamente sanas.\n\n<<back>> \n
\tBÓVEDAS\n\n\tSe abrió algo así como un paréntesis. Abandonó el deambular errático de un vulgar pájaro o de un murciélago ciego, volvió a someterse a las órdenes de alguien y, por qué no decirlo, a sentirse más cómodo, sin hambre, caliente.\n\n\tLos sábados, música. Los miércoles, coro. Y el resto de días, la práctica de ritos monótonos y nada prácticos. \n\n<html><img src="bovedas.jpg" /><html>\n\n\tSólo esporádicamente elevaba los ojos, admiraba el ábside de estrellas y, de nuevo solo y lejos de su amor, se sentía viviendo en un sótano mal iluminado. Sabía que ahora el cómputo era positivo pero le dolía que, para los demás, su romántica historia fuera algo sin importancia, puramente anecdótico.\n\n<<back>>\n
\tLA MÁS GRANDE PÉRDIDA\n\n\tCayó entonces en un penoso estado anímico que empezó a dejar huella a nivel anatómico. \n\n Esquelético, aunque afortunadamente ni anoréxico ni bulímico. Con importantes desarreglos gástricos y dérmicos, con ácido úrico y un cálculo en los riñones, con síntomas de parálisis y episodios amnésicos, con fístulas y problemas en la próstata. Aquellos síntomas, su elevado número y la dispersión de la que hacían gala, hicieron que el médico pensase que era un hipocondríaco al uso o quizás alguien que precisaba de tratamiento psicológico.\n\n<html><img src="perdida.jpg" /><html>\n\n\tSin embargo, quien al fin lo sacó de aquel estado agónico, fue el farmacéutico, sí, el de la farmacia: “Aléjate de este lugar fúnebre y hermético, ¿a qué estás esperando? Necesitas el aire y el sol tanto como la fotosíntesis las plantas. ¿Necesitas acaso que te dé una patada en los testículos? Si la necesitas, la tengo.” \n\n<<back>>\n
Una vida esdrújula
\tMODÉLICO\n\n\tEra una catástrofe, repitió con los ojos anegados en lágrimas. \n\n\tEra un paréntesis, una página más, se dijo ávido de consuelo. \n\n<html><img src="modelico.jpg" /><html>\n\n\tY elevando la mirada a la bóveda del cielo, se prometió a si mismo que el transito sería rápido porque iba a ser modélico, se dijo que lograría que aquello acabase siendo anecdótico, que volvería a la vida real como regresa un búmeran y que, como todo le importaba un rábano, evitaría comportarse como una víctima aunque le hiriesen.\n\n<<back>>
UN PÁRROCO\n\t\n\tEl recuerdo aún le llena de cólera y le pone histérico.\n\n\tComo era típico entonces, su padre en su testamento póstumo emitía las correspondientes órdenes. \n\n\t-Mi primer hijo será, como ya se adivina, artífice de grandes éxitos. Mi segundo servirá en el ejército. En cuando a mi último, parásito y zángano como pocos, a él le concedo un cambio estético y deseo que se convierta en mi único vástago en el clero.\n\n\tÉl, al oírlo, se puso pálido y gritó que había un equívoco, que quería ser músico; pero ellos, ni le hicieron caso ni le dieron crédito. En dos días, con una cédula de recomendación en la mano, fue abandonado en el vestíbulo del seminario, sintiéndose como una blanca tórtola en cuanto le rodearon aquellas gárgolas, aquellos viejos verdes. \n\n<html><img src="parroco.jpg" /><html> \n\n<<back>>\n\n
\tCATÓLICO\n\n\t–…apostólico y de México –le dijo el escuálido párroco que tenía delante.\n\n\tSin embargo, parecía búlgaro y era… era simpático, mórbido y erótico.\n\n\tÉl fue su verdadero bálsamo. \n\n\tPor él, y sólo por él, no montó nunca ningún espectáculo y soportó al rector que era un águila. \n\n<html><img src="catolico.jpg" /><html>\n\n\t“Mírame”, le decía su pálido amigo y olvidaba a los ácaros y tábanos que rezaban para que contrajesen una sífilis. \n\n “Mírame” y sentía como volvía a rodearle su exótico olor, una mezcla de plátano y sándalo.\n \n\tSe enamoró muy rápido de él, hasta los tuétanos.\n\n<<back>>
\tFÓSFOROS\n\n\tY aquella época de su vida, la de párroco, pareció llegar a su término. Sería la última vez en que cruzase aquel vestíbulo, aquella hipotética raya, aquel límite.\n\n<html><img src="fosforos.jpg" /><html>\n\n\tIntentó trabajar como autónomo pero acabó en una fábrica, como un autómata, haciendo fósforos: el típico trabajo de técnico que exige un esfuerzo titánico y un régimen de vida monótono.\n\n\tLlegó el trabajo, sí, pero no llegó el consuelo. Cómputos y órdenes, máquinas y lágrimas, un día tras otro.\n\n<<back>>\n
\tÉXTASIS\n\t\n\tEl día, demasiado pronto, que los fármacos faltaron decidió recurrir a algo drástico: a trabajar en un prostíbulo, a la cópula con viejos decrépitos, a ésa que provoca náuseas. \n\n\tAsí logró el último cartucho contra el dolor, el bendito éxtasis, y las últimas palabras de su amor: “La vida es un paréntesis, ya te espero al otro lado”.\n\n<html><img src="extasis.jpg" /><html>\n\n<<back>>\n
\tSU TÚNICA\n\n\tSe ponía, en cuanto la divisaba, romántico. \n\n\tSabía que era una cáscara, una tela, pero al verla se le llenaba en una décima de segundo el cráneo de imágenes y se sumergía en la tórrida película que era su romance.\n\n<html><img src="tunica.jpg" /><html>\n\n\tDurante el día, túnicas y miradas cómplices.\n\n\tPor la noche, en el pequeño rectángulo de su habitáculo, dejaban que les dominase el vértigo y volvían a comprobar que el otro era el único ser humano que había en aquel tétrico lugar, un ser único y fantástico.\n\n<<back>>\n
\tPÓLVORA\n\n\tDe los fósforos a la pólvora, ése fue el siguiente cambio. Trabajaría lo mínimo y ganaría lo máximo.\n\n\tLas primeras veces estuvo algo rígido. Al poco aquel estrépito empezó a herir a sus tímpanos y semanas después cruzaba el Atlántico.\n\n<html><img src="polvora.jpg" /><html>\n\n\tSe fue trémulo, sin despedirse de sus lacónicos y extraños colegas, aquellos pérfidos y sádicos, que tenían un símbolo cosido a su piel, una esvástica le llamaban, que a él no le gustaba nada.\n \t\n<<back>>
\tRIDÍCULO\n\n\tÉsa era la palabra que al unísono repetían aquellos parásitos.\n\n<html><img src="ridiculo1.jpg" /><html>\n\n\tAlgunos se ponían cómicos y hablaban del número de cópulas y de la lógica práctica que exigía una válida consecución del éxtasis.\n\n\tOtros, como oráculos, intuían un final trágico y fatídico, una catástrofe que les cubriría de lágrimas en el momento más álgido.\n\n\tAlgunos, queriendo ser humorísticos, simulaban ser académicos decrépitos y hacían como que se ponían histéricos. \n\n\tLos menos se mostraban escépticos y hablaban de la química y de ese amor que para ellos sólo era algo utópico, anecdótico y ortopédico.\n\n\tMientras la pareja de súcubo y sarasa, de sarasa y súcubo, vivía noche mágica tras noche mágica, rodeados de un círculo invisible que les salvaba de las críticas. \n\n<html><img src="ridiculo2.jpg" /><html>\n\n<<back>>\n\n
\tUN FATÍDICO DOMINGO\n\n\tNuestro párroco llegaba queriendo pasar página pero… era escéptico. Consideraba quimérico pretender y desear que aquellas imágenes no saltasen el océano en forma de página web, sin embargo su equívoco no fue ese, fue creer que pronto le sustituirían en ellas otros más atléticos y plásticos, más estéticos y eróticos, erró al creer que su éxito sería efímero y pasaría rápido. \n\n\tPor eso el día en que leyó lo de “la máquina hispánica del amor” en aquella carátula junto a una lámina hablando de “las carreras en el hipódromo”, siendo el hipódromo en cuestión el prostíbulo de al lado, se sintió víctima de la mano larga de la informática y víctima de su pasado.\n\n\tTenía que encontrar una solución pero ¿cuál? Ésa era la incógnita, la que ponía ácido en su estómago y en sus ojos lágrimas. \n\n<<back>>
\tLOS NÚMEROS LO SON TODO\n\n\tTodo le recordaba a él. Incluso usando únicamente términos propios de la estadística y del álgebra:\n\n\t–El olvido era una fórmula sin solución y el futuro una incógnita que tenía delante.\n\n\t–En una gráfica sentía que era ese mínimo que tenía de soportar el máximo.\n\n\t–Estaba seguro de ser el mísero y minúsculo átomo expulsado del núcleo del placer.\n\n<html><img src="numeros.jpg" /><html>\n\n\tSe sentía un vértice, un vulgar dígito, esa décima que descuadra, el parámetro que se desprecia y el huérfano en la tabla periódica, por decir algo. \n\n\tSin querer ser cáustico, sin género de duda, era un número solo, era un uno y eso le hacía daño.\n\n<<back>>\n
\tLIBÉLULA\n\n\tDesde aquel día empezó a sentirse como un agónico ácaro que vivía en una ciénaga mientras su amor, su escuálido clérigo de ojos claros, revoloteaba con la elegancia de una libélula.\n\n<html><img src="libelula.jpg" /><html> \n\n\tDe repente eran dos carámbanos. De un día para otro se convirtieron en extraños alienígenas, en témpanos.\n\n\tLa catástrofe lo convirtió en un ánima con paso agónico, dejándolo esquelético y sin risa, vencido por el desánimo, solo y estúpido. \n\n\tEn cuanto a su búlgaro (de México) dejó el púlpito y se fue de barítono a Bélgica. O eso leyó en un papel que encontró un miércoles en su celda, un anónimo que escribió alguien.\n\n<<back>>\n
\tUN BÁRBARO\n\n<html><img src="barbaro.jpg" /><html>\n\n\tYa casi había pasado página cuando llegó aquel informático, cuya misión era poner a punto una máquina cuyo uso iba a ser enciclopédico. El bárbaro energúmeno y amo del teclado disfrutaba de un modo sádico poniendo a unos y a otros en ridículo, alegando entre carcajadas que su intención no era maléfica, que sólo buscaba algo humorístico y cómico con lo que pasar el rato. Dos días le bastaron para enseñar a todos la película pornográfica en la que nuestro párroco, número tras número, enseñaba de un modo práctico todas las técnicas amatorias posibles, sin quitarse la túnica, algo que a decir verdad no hacía falta alguna.\n\n\tNuestro pálido protagonista se quejó amargamente pero el informático, protegido por el poder fáctico de la Iglesia, alegó que era una cuestión estadística, que era utópico creer que nunca sería expuesto, que no se pusiera histérico, que aquella catástrofe entraba dentro de lo lógico, que… \n\n\tAl día siguiente un ejército de periodistas colapsaba el vestíbulo del seminario, mientras él huía al sótano y pensaba: “Escápate, no tienes por qué quedarte, huye a América, salta el charco”.\n\n<<back>>\n
\tPASAR PÁGINA\n\n\tFue un miércoles, lo recuerda bien, el día en que recibió la epístola. \n\n<html><img src="pagina.jpg" /><html>\n\n\tSu búlgaro, porque siempre lo sería, llenaba página tras página, evitando las metáforas y la retórica, poniéndose quizás un tanto romántico, para verter una súplica con un único propósito: volver a estar próximos, vencer los obstáculos.\n\n\tÉl en un principio se quiso poner titánico, como si todo aquello le importase un rábano pero, cuando creyó ver en un vértice de la hoja, junto a la rúbrica, la huella de una lágrima sintió como un vértigo y un relámpago. Histérico, afónico y emocionado, gritó en un susurro:\n\n\t–Córcholis, no soy ningún héroe pero voy a buscarle, a Nápoles, al Líbano o a Málaga; iré a ayudarle, esté donde esté, como a la fuente va el cántaro.\n\n<<back>>\n
\tÁVIDO\n\n\tSin el ímpetu necesario, sólo pudo cambiar de universo. Las matemáticas y el cálculo, la cuántica y la dinámica, la gramática y el método científico, todas esas áreas fueron su nuevo mundo.\n\n<html><img src="avido.jpg" /><html>\n\n\tNo, no hubo cántaros llenos de lágrimas, tampoco volvió a escuchar música; se alejó de su oxígeno, de lo artístico, y dejó a todos atónitos.\n\n\tCambió, pero siempre se sintió ávido de consuelo y necesitado de lo más básico.\n\n<<back>>\n
Texto:\n Luisa Hurtado González\nFotografías:\n Jose Luis Rafael